“El precúneo ha sido llamado “el ojo de la mente”

por | Ene 28, 2016 | NEUROCIENCIAS, ANTROPOLOGÍA, La vida/Medicina


“Se han detectado diferencias cerebrales en las generaciones sucesivas a la introducción de los videojuegos”


EMILIANO BRUNER. Licenciado en Biología y doctor en Biología Animal. Investigador Responsable del Grupo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) de Burgos, y profesor adjunto en Paleoneurología en el Centro de Arqueología Cognitiva de la Universidad de Colorado (EE.UU.). Investiga sobre Neuroanatomía evolutiva y Evolución humana. Blogs: “Paleoneurology”, https://paleoneurology.wordpress.com/ y “Antropológica Mente” (blog de “Investigación y Ciencia”) http://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/80/posts

EMILIANO BRUNER, Doctor en Biología Animal. Investigador Responsable del Grupo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) de Burgos y profesor adjunto en Paleoneurología en el Centro de Arqueología Cognitiva de la Universidad de Colorado (EE.UU.). Investiga sobre Neuroanatomía evolutiva y Evolución humana. Blogs: “Paleoneurology”, https://paleoneurology.wordpress.com/ y “Antropológica Mente” (blog de “Investigación y Ciencia”) http://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/80/posts


estudio-900Adelantos –Usted acaba de averiguar que una diferencia fundamental entre el cerebro humano y el del chimpancé reside en la zona llamada “precúneo». ¿Cuál es la diferencia?
Emiliano Bruner –Hasta ahora, la diferencia es morfológica, es decir, hay una diferencia en la forma, en la geometría, en la organización espacial. El precúneo es un elemento de la corteza parietal posicionado en la zona sagital del cerebro, o sea en su interior, y hay que cortar el cerebro a la mitad para poderlo ver. Y bien, si se corta de esta forma el cerebro y se estudian las proporciones cerebrales en humanos y chimpancés, encontramos que la diferencia más patente está en esta estructura, mucho más grande en nuestra especie. La diferencia no es sutil, sino muy patente; pasa que hasta ahora nadie se había fijado en ella. Lo interesante es que este mismo carácter (reducción/expansión del precúneo) es también algo increíblemente variable dentro de nuestra misma especie, es decir, entre adultos. Y, todavía más importante: su cambio morfológico recuerda mucho el cambio que observamos entre nuestro cerebro y el cerebro de los homínidos extintos, con lo cual podemos pensar que este elemento cerebral haya tenido un papel en la evolución reciente de nuestra especie. Hasta ahora todo esto se ha estudiado sólo a nivel de morfología general, y no sabemos a nivel de tejidos (es decir, de células) con qué se corresponde.

“El precúneo debe haber tenido un papel en la evolución reciente de nuestra especie”

–¿Y qué es lo que guardamos ahí: sentimientos, cultura….?
–El precúneo tiene dos papeles, ambos fundamentales y generales. Primero, es uno de los nudos principales del cerebro, es decir, un área donde se cruzan los cables procedentes de las otras áreas. De hecho, regula la actividad cerebral mientras que aparentemente “no hacemos nada”. El cerebro siempre está trabajando, aunque no nos enteremos, y el precúneo es uno de los principales directores de la orquesta. Segundo, está muy involucrado en las funciones visoespaciales, es decir procesos que integran el ambiente externo (sobre todo, a través de lo que vemos con los ojos) y nuestro cuerpo

–El precúneo humano se activa “por defecto” cuando no estamos ocupados en una tarea concreta. ¿Sólo ocurre en nuestra especie?
–A nivel fisiológico o de conexiones, no tenemos hasta la fecha constancia de ninguna diferencia entre los humanos y otros primates. A no ser que estas diferencias existan y que no las hayamos encontrado, podemos pensar que los cambios hayan sido solo de “grado”, es decir los humanos tenemos las mismas funciones de otros primates, pero amplificadas. O quizás puede que tengamos algunos elementos o procesos neurales que hayan sido re-utilizados para nuevas funciones. Se da a menudo en el campo de la evolución que, en una especie, elementos en común con otras cambien de función. Sea como sea, aparentemente las funciones de estas áreas parietales en los humanos y en los otros primates son las mismas.

“Es un área donde se cruzan los cables procedentes de otras áreas”

–¿Contiene el precúneo la clave de la reflexión sobre nosotros mismos, la conciencia, en una palabra?
–Estos procesos visoespaciales van probablemente mucho más allá de tareas mecánicas como interactuar físicamente con objetos o movernos en el espacio, porque integran la percepción de nosotros mismos en una red de relaciones espaciales, temporales, y hasta sociales. Y, sobre todo, generan una continuidad entre cerebro, cuerpo, y ambiente. Os podéis imaginar cómo esto enlaza procesos aparentemente sencillos (la gestión de la relación entre ojo y mano) a procesos muchos más “íntimos”, como la capacidad de simulación y de imaginación, sobre todo en relación a uno mismo. El precúneo ha sido llamado a veces el “ojo de la mente” por este papel de organizar relaciones espaciales, temporales y sociales centradas en nuestro propio cuerpo. Todo esto tiene particular relevancia dentro de las hipótesis de “extensión cognitiva”, que interpretan la mente como un proceso que nace de la integración entre cerebro, cuerpo, y ambiente externo.

–Es un área muy variable entre especies y también entre individuos de la misma especie. ¿Por qué?
–Las diferencias son bastante vistosas, pero no sabemos todavía esto qué comporta. Hemos intentado buscar una correlación entre el tamaño del precúneo y test psicométricos estándares (midiendo capacidad de memoria, cálculo, etc.) pero no hemos encontrado relaciones. Cabe la posibilidad de que no hayamos encontrado una medida adecuada y que necesitamos variables psicométricas diferentes, o más complejas. Es difícil medir la capacidad de algo que está conectado con todo el resto, y que coordina capacidades tan complejas como la relación entre cuerpo y ambiente.

“No se puede descartar una posible relación entre precúneo y neurodegeneración”

–¿Se debe también a él la enfermedad de Alzheimer?
–La enfermedad de Alzheimer se caracteriza también por daños metabólicos en estas áreas, que son áreas muy costosas a nivel energético, que acumulan mucho calor, y que tienen una compleja organización vascular sólo en nuestra especie. El hecho de que esta enfermedad es característica sólo de nuestra especie y que nuestro cerebro se caracteriza por el desarrollo de estas mismas áreas no pasa entonces desapercibido, y merece la pena investigar más. No hay que descartar la posibilidad de que un aumento de complejidad de estas áreas pueda haber aumentado la sensibilidad o la vulnerabilidad hacia algunos procesos de neurodegeneración.

 

–Otras investigaciones indican que la capacidad de autocontrol del chimpancé adulto equivale a la de un niño de tres años. ¿Tendrá algo que ver el precúneo?
–Mejor evitar comparaciones entre especies vivientes y sus etapas evolutivas o de desarrollo. El chimpancé no es un “humano primitivo” o un “humano sin desarrollar”, sino una especie que, después de la separación con nuestro linaje hace enetre 5 y 7 millones de años, ha cambiado y ha evolucionado por su cuenta. Sabemos que el patrón de desarrollo del cerebro de los chimpancés, a nivel macroscópico, es como el nuestro, pero le falta precisamente una etapa de “abultamiento parietal” que nosotros tenemos justo después del parto. Está claro que a esta altura sospechamos que el precúneo esté involucrado en esta etapa de abultamiento parietal típica de nuestra especie, etapa ausente en simios antropomorfos y también en los Neandertales.

“El abultamiento parietal de nuestro cerebro está ausente en simios antropomorfos y Neanderthales”

–Sólo es ciencia-ficción, pero los simios de “El planeta de los simios” ¿tendrían necesariamente un precúneo como el nuestro?
–Desconocemos las causas de estos cambios morfológicos en las áreas parietales. Pueden haber estado involucrados mecanismos genéticos tradicionales. Pero éstas son áreas increíblemente sensibles a las influencias del ambiente y del comportamiento. En macacos, un entrenamiento de un par de meses asociado a manipulación de objetos es suficiente para generar algunos pequeños cambios parietales. Y en esta misma área se han detectado en nosotros diferencias en las generaciones sucesivas a la introducción de los videojuegos. Son áreas muy sensibles a la influencia cultural, y no sabemos entonces en qué medida sus cambios se deben a componentes genéticos o ambientales. Apuesto que en el planeta de los simios el sabio orangután tendrá sus parietales mucho más redondos que su antepasado de Borneo.

 
Una diferencia sustancial en la forma del cerebro entre chimpancés y humanos es el tamaño del precúneo, más grande en nuestra especie (en rojo).

Una diferencia sustancial en la forma del cerebro entre chimpancés y humanos es el tamaño del precúneo, más grande en nuestra especie (en rojo).

–El precúneo humano ¿está destinado a seguir evolucionando? ¿Y el de los chimpancés?
–La evolución, según sus mecanismos tradicionales, necesita un factor transmisible pero estable entre generaciones (genes), que el cambio aumente el éxito reproductivo (hacer más hijos) y que se pueda expandir dentro de la población (lo cual ocurre más fácilmente cuando la población es pequeña). Es muy difícil pensar, hoy por hoy, en nuestra especie, y sobre todo en nuestra sociedad occidental, que algo pueda cambiar según estos criterios. Somos una especie, en este momento, bastante inerte al cambio evolutivo, porque somos muchos, cambiamos continuamente nuestros parámetros y el mismo ambiente en que vivimos; no adaptamos nuestra biología sino nuestra tecnología, y tampoco tenemos como única perspectiva el éxito reproductivo. Cabe decir que nuestro modelo occidental no es el único ni el más representado en este planeta, y los demás humanos siguen viviendo más anclados a mecanismos básicos. Pero, sobre todo, hay que recordar que ya no dependemos sólo de la evolución natural, sino también de una importante evolución tecnológica. Y no sabemos hacia qué caminos puede llevar todo esto. Desconocemos qué puede pasar cuando biología y cultura empiezan a enlazarse, integrándose a veces, y a veces entrando en evidente conflicto.

“Ya no dependemos sólo de la evolución natural; también de la tecnológica”

–Cuando se trata del cerebro, una pequeña diferencia ¿puede dar lugar a un gran efecto, dando así la impresión de que “nosotros” somos algo “especial” respecto a las demás especies?
–Desde luego no hay que negar la evidencia, y los humanos tenemos capacidades que no tiene ningún grupo zoológico. En antropología y en las ciencias sociales hemos pasado, con una actitud poco razonable, de perseguir y criticar las diferencias, a negar que existan. Pero, a pesar de todos los esfuerzos intentando minimizar estas diferencias, parece insensato no reconocer que nuestra especie es algo totalmente diferente de un chimpancé o de un gorila, o de un Neandertal. Ni mejor ni peor, pero claramente diferente. Nuestros procesos cognitivos y culturales son algo desde luego especial, si lo comparamos con cualquier grupo zoológico. Ahora bien, merece la pena recordar que la evolución tampoco valora excesivamente todo esto. En evolución, lo que cuenta de verdad es el éxito demográfico (el número de individuos) y el éxito filogenético (el tiempo de permanencia en este mundo) y, en este caso, ¡no somos absolutamente nada comparados con cucarachas, ratas, y medusas! Hasta si nos comparamos con homínidos extintos la cosa se redimensiona: Homo erectus, un ser supuestamente mucho más sencillo que nosotros, ha aguantado como un campeón a lo largo de casi dos millones de años y, por lo que se ve, no sé yo si nuestra especie logrará hacer los mismo.

“La música es un proceso que involucra casi todo el cerebro”

–Usted se interesa también por la música. El sentido musical, el lenguaje, nuestra inteligencia…. ¿tienen un origen común?
–La música es el resultado de un proceso que involucra casi todo el cerebro, desarrollándose entre capacidades sensoriales, manuales, mnemónicas, ejecutivas, tecnológicas y emocionales. Utiliza todos los recursos del cuerpo y de los mecanismos de comunicación. Coordina oído, tacto, y visión, desatando un batido de neurotransmisores y hormonas entre placer individual y social, artístico y ritual. Si pensamos que en la evolución de nuestra especie el cerebro haya tenido un papel especial, la música tiene que ser un testigo esencial y un laboratorio neurofuncional excelente para evaluar, analizar, y disfrutar de nuestras particularidades cognitivas. Sobre la evolución de nuestras capacidades (y necesidades) musicales se ha especulado mucho, porque es un tema evidentemente muy interesante e increíblemente estimulante. Pero hay muchas opiniones y pocas teorías, porque no es un tema fácil de abordar a nivel experimental. Ahora, en la estructura musical así como en la historia de los instrumentos musicales, hay patrones que se repiten, extraordinariamente iguales entre poblaciones muy lejanas y culturalmente muy diferentes. Estos esquemas universales, objetivo de estudio esencial de la etología humana, delatan la existencia de factores internos que, aunque puede que no sean necesariamente adaptativos, tienen que tener un componente biológico, resultado de nuestra historia natural.


Enlaces de interés:

http://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/80/posts/em-digito-ergo-sum-em-13377

http://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/80/posts/msica-ciencia-y-otros-cuartos-de-maravillas-13790


Bibliografía

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Bruner E., Lozano M. & Lorenzo C. 2016. Visuospatial integration and human evolution: the fossil evidence. Journal of Anthropological Sciences (en publicación).

Bruner E., Román F.J., de la Cuétara J.M., Martin-Loeches M., Colom R. 2015. Cortical surface area and cortical thickness in the precuneus of adult humans. Neuroscience 286: 345-352.

Bruner E. & Lozano M. 2014. Extended mind and visuo-spatial integration: three hands for the Neandertal lineage. Journal of Anthropological Sciences 92: 273-280.

Bruner E., de la Cuétara J.M., Masters M., Amano H. & Ogihara N. 2014. Functional craniology and brain evolution: from paleontology to biomedicine. Frontiers in Neuroanatomy 8:19.

Bruner E., Rangel de Lázaro G., de la Cuétara JM., Martín-Loeches M., Colom R. & Jacobs HIL. 2014. Midsagittal brain variation and MRI shape analysis of the precuneus in adult individuals. Journal of Anatomy 224: 367-376.

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