Voy a decirlo sin matices y espero verme, más adelante, obligado por los hechos a corregir mi indelicadeza: me está pareciendo ya bastante siniestro lo de Izpisúa y sus socios chinos y norteamericanos fabricando animales, que la Ciencia llama «quiméricos», con células madre humanas y embriones de primate, «para desarrollar nuevos modelos de enfermedades humanas y generar tejidos y órganos trasplantables», o sea, para abrir nuevos sótanos a la prepotente industria mundial centrada en nuestra carne trémula; incipientes mazmorras con hileras de criaturas nacidas allí mismo para vivir bajo económicas y medioambientalmente respetuosas lámparas led, criando dentro de sí, a la carta, partes que les serán arrancadas, con la vida, simplemente cuando llegue el pedido correspondiente, sin haber conocido de la existencia más que un género de horror por encima del cual hay pocos, y por el que nosotros los humanos, cuando nos roza apenas, sintiéndonos quizá quimeras de nuestros dioses, clamamos airados preguntando cuál es nuestra culpa.
¿Cuál es la suya?
(D. M.)
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