«El sabio verdadero suele ser modesto y tímido en sus conclusiones, porque su intelecto ha sufrido, durante rudos combates con la realidad, el choque hiriente de la impenetrabilidad de las cosas; el semisabio, en cambio, henchido de orgullo, forja confiado las síntesis más generales y ambiciosas, porque su caletre limitado es incapaz de vislumbrar ni sospechar siquiera el insondable arcano que nos rodea». (Santiago Ramón y Cajal, «Charlas de café»)