Un recordatorio sobre la oscura ridiculez de la naturaleza humana
(Por D.M.)
Salem, hoy Danvers, 1692… Pero todo había empezado en Boston, verano de 1688. Una joven llamada Martha Goodwin preguntó a la lavandera de su familia por cierta prenda blanca que no encontraba. La lavandera respondió que no lo sabía, la joven montó en cólera, discutieron, y la madre de la lavandera, Goody Glover, reprendió a la otra joven. A resultas del enfrentamiento, a Martha le sobrevinieron unos accesos que, como ha escrito el historiador Carlos Flaqué,(*) “hoy en día, un buen médico encajaría en los denominados “cuadros patológicos de pasmo”.
Martha quedó exenta de trabajos, deberes, etc. Entonces, sus hermanos, buscando ese mismo fin, fingieron los mismos síntomas: aspavientos, gritos, sordera, ceguera, bocas apretadas, lengua fuera de la mismas, alaridos, declaraciones de que un ser invisible les cortaba el cuerpo, les propinaba golpes… Los Godwin enviaron a sus hijos al doctor Thomas Oakes, de Boston, que diagnosticó una espantosa e infernal brujería se había apoderado del espíritu de los chicos. La lavandera y su hija fueron acusadas de brujería por los Godwin. La señora Glover fue condenada a la horca por el Tribunal de Justicia de Boston.
Curaciones «milagrosas«
Otras pruebas: fueron encontradas en su casa figurillas de trapo rellenas de pelos de macho cabrío, que la señora Glover probablemente había traído de su país de origen, Gales, como recuerdo folklórico de alguna creencia o superstición de allí. Goody no pudo recitar el padrenuestro porque en su país, eso se hacía en latín, lo que no estaba al alcance de todos en Gales.
Entonces intervino Cotton Mather, prominente clérigo especialista en asuntos de exorcismo y brujería, además de prolífico escritor y promotor de la hibridación vegetal y la vacunación. Su intervención en todo aquello puede resumirse en que tuvo el acierto de aislar a Marta Goodwin de sus hermanos, que, sin su influencia, quedaron milagrosamente “curados”… hasta que se juntaron de nuevo. Cuando los ataques de los Goodwin terminaron del todo, Cotton Mather lo atribuyó a la muerte de una anciana que fue considerada entonces la bruja de la que emanaba todo aquello
Pero la noticia había corrido por todas partes. Durante Febrero de 1692, dos niñas de Salem Elisabeth Parrish y Abigail Williams, de 9 y 11 años, manifestaron ataques de posesión, quizá influídas por las cosas que les contaba una esclava mestiza traída desde Barbados que probablemente representó ante ellas algún ritual religioso de aquella parte del mundo. Con la excusa de estar embrujadas, las niñas gozaban de una amplia libertad. Un gran número de muchachas de Salem, todas ellas menores de 20 años, se “contagiaron” de los síntomas y construyeron una especie de conspiración para arrojar culpas sobre otras personas mientras ellas eran tratadas como víctimas. Eran 8 en total y tenían entre 11 y 20 años.
Primeras acusadas
La mestiza de Barbados, una vieja pordiosera y una viuda lisiada fueron las primeras acusadas. Después, incluso una nieta de la vieja pordiosera que tenía 5 años de edad. Las falsas acusaciones se propagaron ya sin método ni límite racional; muchas veces, alguien acusaba antes de que alguien le acusase a él o ella. Muchas veces, ocurrían las dos cosas. Hasta un perro fue acusado de brujo por echar mal de ojo a dos de las conspiradoras mientras cruzaban la calle. El perro fue procesado y ahorcado. Al principio, las acusaciones se centraban en la clase de los pobres, pero, visto su buen funcionamiento, terminaron llegando también a la clase acomodada, que también tenía sus enemigos, dentro incluso de ella misma.
Una víctima sobresaliente: el reverendo John Burroughs. Había sido pastor en Salem, había vivido con la familia Putnam, a los que abandonó tras una discusión de tipo económico. Precisamente una hija del matrimonio Putnam, Ann, era ahora una de las “embrujadas”. El reverendo fue acusado de brujo y, aunque explicó las causas reales de la acusación y pudo rezar el Padrenuestro, etc, fue llevado al patíbulo. Destaca también el caso de John Williard, alguacil de Salem que, tras arrestar a muchos sospechosos y sospechosas, comprendió que las chicas acusadoras eran precisamente las malvadas y debían ser ahorcadas. Seis de ellas le acusaron, y el ahorcado fue él.
«Pruebas» de culpabilidad
El proceso contra el acusado/a de brujería se iniciaba con la búsqueda de “pruebas de culpabilidad”. Entre éstas:
-Posesión de útiles o sustancias necesarias para la Magia Negra.
-Temor a ser interrogado.
-Malas palabras, frases blasfematorias.
-Relación familiar con algún inculpado.
-Fealdad física.
-En la mujer, falta de menstruación.
-Olor corporal desagradable.
-Manchas en la piel, verrugas.
Interrogatorios
Desde 1530, se había intensificado la persecución de brujas/os. Los tribunales de Justicia redactaron un cuestionario de 29 preguntas, que era por donde se empezaba con los acusados de brujería. La primeras preguntas eran:
-¿Cuánto tiempo hace que ejerces la brujería?
-¿Qué males has causado, a qué personas, cómo lo has hecho?
-¿QUIÉNES SON TUS CÓMPLICES?
Torturas
Se le ataban a la infortunada (o infortunado) pies y manos en diagonal y se le arrojaba al agua. Si flotaba, era señal de que el encausado era brujo/a.
Se le clavaba una aguja en algún lugar del cuerpo y, si no sangraba, la persona era bruja. Los “punzadores” solían ser médicos.
Si, terminada la tortura, el acusado no lloraba, es que era brujo.
Prácticas luego generalizadas, como el embreado y emplumado, tuvieron su origen probablemente en Salem. Irving Wallace (**) recogió una “receta” de aquella época: “Primero, desnude a la persona; luego, caliente el alquitrán hasta que esté bien disuelto, vuélquelo sobre la carne humana y embadúrnelo con un papel impregnado de la poción. Después, derrame sobre el alquitrán, mientras todavía está caliente, cuantas plumas sea posible. Una vez terminada esta parte, acerque a las plumas una vela encendida e intente prenderles fuego. Si se queman, mucho mejor. Pero como esta experiencia se lleva a cabo generalmente en temporadas de tiempo frío, no se alcanza el éxito deseado…, de modo que tome un cabestro, colóquelo alrededor del cuello de la persona y comience a apretar.”
Las acusadoras: ¿cuáles eran sus motivaciones?
Rencor, envidias, deseos de diversión, egocentrismo, deseos de libertad absoluta bajo el marchamo de no ser responsables de lo que hacían, contando con la impunidad de que “alguien” pagaría por ellas.
Tan sólo una de ellas, Ann Putnam, se arrepintió de todo el mal que había causado e hizo una confesión pública utilizando un vocabulario que hizo pensar si la instigadora en las sombras no sería… su madre. Resumidamente, alegó haber sido engañada por el Diablo para formular aquellas falsas acusaciones.
Los «procesos» eran como un espectáculo circense: en cuanto la acusada irrumpía en el Tribunal, las acusadoras se ponían a gritar histéricamente señalando a la pobre víctima y declarando que su sola presencia les producía dolores, quemaduras, mordeduras…. La muchedumbre apoyaba vigorosamente con un intenso y desquiciado griterío
Dos de las chicas, Sarah Churchill y Mary Warren, horrorizadas y temerosas de las consecuencias de todo aquello, se negaron a participar en las acusaciones contra personas que las habían cuidado. Entonces, sus compañeras las amenazaron con acusarlas a ellas mismas si no cooperaban. Terminaron haciéndolo y acusando a buenas personas.
La mayoría de las mujeres encausadas eran infelices mujeres histéricas, alucinadas o aquejadas de algún otro mal psíquico que, muchas veces, habían compartido confidencias sobre sus dolencias con amigas o vecinas, que, en muchos casos, terminaban siendo, de grado o por fuerza, sus principales acusadoras.
Los investigadores han terminado señalando a la madre de Ann Putnam como la instigadora en las sombras de tan macabra conspiración. También se señala a Sarah Bibber, que suscribió bajo juramento al menos diez acusaciones contra las personas que intentaban desenmascarar a las jóvenes acusadoras.
Cifras
—Hubo 150 acusados.
—30 de ellos, incluidos 6 hombres, fueron condenados a muerte, 19 de ellos, ahorcados.
—Del resto, uno murió de angustia.
—Dos, en la cárcel.
—Una mujer logró escapar.
—Dos alegaron estar embarazadas, por lo que sus ejecuciones se suspendieron hasta que hubieron parido, y finalmente se suspendieron.
—Cinco se salvaron al declararse culpables, tras oír la sentencia del Tribunal.
Las demás quedaron absueltas sin juicio, pero para salir de la cárcel tenían que pagar por su estancia allí, más un derecho por el auto de encarcelamiento, otro por la suspensión de la sentencia, y otro por descargo. Quienes no pudieron pagar, permanecieron largo tiempo en la cárcel; el caso más trágico, el de Sarah Duston y otras, que tuvieron que venderse como esclavas para poder salir de la cárcel.
Secuelas
Otras poblaciones requirieron la presencia de las “embrujadas” para “descubrir” brujos y brujas: Toppsfield, Boston, Cambridge, Gloucester, Lynn, Charleston, Bixford, Haverhill, Beverly y Marblehead. Aquí jugaban en desventaja, ya que no conocían los nombres de los candidatos a acusados. Entonces, emplearon la técnica del “tacto”: en medio de dolores, gritos, etc, se hacía que la sospechosa tocase a la chica y, si esta dejaba de gritar…., la sospechosa pasaba ya al rango siguiente: acusada.
Todo acabó en la población de Ipswich (también hay películas sobre eso) por el procedimiento más sencillo: en Noviembre de 1692, estuvieron allí las conspiradoras y acusaron a una pobre anciana de embrujar a personas inocentes. Pero nadie les prestó atención. De esta forma terminó el asombroso episodio de las brujas de Salem.
No hubo medidas contra las conspiradoras, que derivaron en personas irresponsables y de conducta desenvuelta y depravada. ¿Por qué? Porque, de procesar a las conspiradoras, habría habido que poner también en tela de juicio el papel…de los Tribunales. Aún así, en 1711, el Tribunal Supremo anuló los veredictos de 22 de las condenadas/os e indemnizó a las escasas acusadas/os que habían sobrevivido al proceso y a los parientes de algunas/os de los que no.
La expresión “caza de brujas” es desde entonces en el lenguaje común una llamada de atención sobre la presteza con que “ese” mecanismo latente en la naturaleza humana obedece a resortes que pueden ponerse en movimiento con sólo el roce del estímulo adecuado. Lo más inquietante es que nunca sabemos cuál será exactamente.
COSAS QUE ESTABAN POR OCURRIR ENTONCES….
–En Mayo de 1772, un grupo de colonos de Carolina del Norte y Tennessee instituyeron el primer gobierno civil establecido por hombres libres nacidos en América.
–En 1773, un periódico lamentaba el creciente uso del corsé, con el que “apenas se puede lograr tener una vista del blanco seno de las señoras”.
–En 1773, se publicaron los “Poemas acerca de varios temas”, firmados por una mujer, Phillis Wheatley. ¿Quién era? Era una esclava, una esclava negra, claro, propiedad de un mercader de Boston llamado John Wheatley, el cual, impresionado por su talento, la alentó a que escribiera.
–El 2 de Julio de 1776, Nueva Jersey reconoció, mediante un estatuto constitucional, el derecho al voto a todos los habitantes mayores de edad que tuvieran un activo de 50 libras esterlinas. Catorce años después, en 1790, alguien alegó que la palabra “todos” incluía a hombres y mujeres. Y ese reconocimiento legal estuvo en vigor hasta 1807, en que la Asamblea General promulgó una nueva ley que especificaba el derecho al voto solamente para “hombres blancos y libres”.
–Mientras tanto, el 4 de Julio de 1776, el Congreso ratificó la Declaración de Independencia.
(*) Historia y Vida. Extra 20. 1981.
(**) Almanaque de lo insólito, vol.8. Ed. Grijalbo, 1978