Mucha gente los ha visto, científicos incluidos; ellos le pusieron ese nombre: “Transient Lunar Phenomenon”
Es uno de los misterios del satélite natural de nuestro planeta: los científicos llevan tiempo escribiendo –a veces, en letra pequeña– sobre algo asombroso que ha sido visto repetidas veces –desde la Tierra, además– sobre la superficie de la Luna. Se refieren a él como “Fenómeno Lunar Transitorio”.
La primera observación documentada y fiable data del siglo XII. En el verano del 1178, un grupo de monjes de la catedral de Canterbury dijo haber visto llamaradas en el borde o la punta de la luna creciente, como si procedieran de la cara oculta. Hoy se considera muy probable que lo que vieron fuera el choque de un meteorito, que produjo el cráter que hoy conocemos con el nombre de Giordano Bruno, el fraile cuyas ideas apartadísimas de la ortodoxia católica le llevaron a ser quemado vivo en Roma, el primer año del siglo XVII. Se cree también que un trozo de meteorito hallado en la Antártida, el <Allen Hills 81005> podría proceder de aquel choque..

En el siglo XVIII, 1783, el astrónomo William Herschel, descubridor de Urano, dijo haber visto como un rescoldo encendido en la parte no iluminada de la Luna.
Ya en el siglo XX, en 1958, el astrónomo ruso Nicolai Kozyrrev dijo haber visto una nube rojiza emergiendo del cráter Alphonsus, en la cara visible del satélite.
En 1963, desde el observatorio Lowell, en EEUU, observaron un punto rojo cerca del cráter Aristarco, el más brillante de la cara visible.
En 1969, cuando la nave Apolo XI, con Amstrong, Aldrin y Collins a bordo, se acercaba a la Luna para situarse en órbita, los tres astronautas dijeron haber visto iluminarse esa misma zona, la del cráter Aristarco. ¿Se debe a algún material extraordinariamente reflectante en el interior de éste y quizá otros cráteres? En todo caso, el cráter Aristarco parece tener un origen volcánico, no de impacto. En 1998, el satélite Lunar Prospector constató la presencia sobre él de un gas radiactivo, el radón 222,

En noviembre de 1999, coincidiendo con la lluvia anual de Leónidas, constituida por fragmentos del cometa Tempel Tuttle, desde tres puntos distintos, astrónomos del Instituto Astronómico de Andalucía, del Instituto Astrofísico de Canarias y del Centro hispano-alemán de Calar Alto, Almería, observaron destellos sobre la superficie lunar.
Los impactos de meteoritos sobre la Luna son tan frecuentes que, a veces, se detecta una nube de polvo siguiéndola como la cola de un cometa; la nube es más densa cuando procede de la cara no visible de la Luna.
Ni documentables ni contrastables, no faltan sin embargo testimonios de personas corrientes en todas partes. Pendiente de una explicación definitiva, el misterio TLP está abierto a todo tipo de especulaciones. Entre las más extendidas: que lo observado como chispazos o luces vacilantes sean en realidad escapes gaseosos liberados por periódicos movimientos sísmicos del suelo lunar. También se baraja la idea de turbulencias en la atmósfera terrestre que, en la línea de visión del satélite, el ojo humano podría interpretar como fluctuaciones de luz en la superficie de la propia Luna. Pero de momento sólo son eso: especulaciones. (DM)
