FERNANDO J. BALLESTEROS, Doctor en Ciencias Físicas, especialista en Astrobiología; Jefe de Instrumentación del Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia. Autor, entre otros libros, de “Gramáticas extraterrestres”, premio europeo de Divulgación Científica Estudi General 2006, y, entre otros trabajos de divulgación, del documental “Hágase la masa”, premio del Centro Nacional de Física de Partículas 2013. Intervino en el diseño y desarrollo del telescopio espacial de rayos gamma “Integral”, de la Agencia Espacial Europea, actualmente en órbita alrededor de la Tierra.
–Adelantos ¿Qué sabemos ahora que no sabíamos hace veinte años sobre la posibilidad de vida extraterrestre?
—Fernando J. Ballesteros En general, más o menos lo mismo; el misterio sobre el origen de la vida (aquí o en otro lado) se mantiene, pero hemos incrementado el número de escenarios donde la vida tal vez podría haberse formado: Ahora sabemos que los planetas similares a la Tierra (en tamaño, masa y encontrarse dentro de lo que llamamos “Zona de habitabilidad”) son frecuentes, y hemos descubierto un nuevo tipo de mundos, las supertierras, que podrían incluso tener mejores condiciones de habitabilidad; parece así que los lugares donde una vida similar a la de la Tierra podría haberse formado son abundantes. Por otra parte, sabemos que ciertas sustancias producen membranas estables en otros líquidos diferentes del agua, como el metano, etano o nitrógeno líquidos, lo que permitiría en principio otros tipos de vida basados en disolventes distintos al agua. Así que, en resumen, saber saber no sabemos más, pero el cerco se va estrechando.
—En 1976, las naves Viking “casi” demostraron la existencia de vida en Marte. Si a estas alturas persiste la incertidumbre tratándose de un sitio tan cercano, ¿cómo esperamos descubrir vida en otros sistemas solares?
—Marte es un lugar paradójico. Uno de los experimentos de las Viking, el LR (labeled release) mostró unos resultados que son muy difíciles de explicar sin asumir la existencia de algún análogo a nuestras bacterias en el suelo marciano. Lamentablemente, otro experimento que llevaban las Viking para detectar materia orgánica no la encontró (aunque ahora sabemos que este segundo sensor era poco sensible). Se han encontrado también misteriosas emanaciones de metano, que son difíciles de explicar en un planeta telúrico sin actividad volcánica, pero que podrían explicarse por la acción biológica (las bacterias en la Tierra son una de las principales fuentes de gas metano). Seguramente, no sabremos a ciencia cierta qué pasa hasta que no vayamos allí en persona. Pero, por otro lado, un mundo como la Tierra, donde la vida es exuberante, es fácil de detectar desde el espacio. Sobre todo, lo que se busca es la existencia de desequilibrios químicos. Una atmósfera donde haya a la vez dos gases que coexisten mal, como el oxígeno y el metano, es un buen indicativo de que algo está alterando el equilibrio químico. Este tipo de desequilibrios es lo que se busca con la espectroscopia de los planetas extrapolares.
“No sabremos si hay vida en Marte hasta que vayamos “en persona”
—Hemos enviado mensajes dirigidos hacia puntos concretos del Cosmos explicando dónde estamos y cómo somos; siempre hay quien lo ve como una imprudencia y una temeridad…
—Hemos mandado en realidad muy pocos mensajes a puntos concretos. No se está haciendo un esfuerzo masivo de intentar proactivamente ser detectados. Mensajes como el de Arecibo (mandado a M13, un cúmulo globular donde no se espera que abunden los planetas rocosos y situado a 25000 años luz) u otros similares, como las Cosmic Call desde Evpatoria, o el “Across the Universe” de los Beatles(*) enviado por la NASA en su 50 aniversario son anecdóticos, de poca duración y con muy pocas posibilidades de ser detectados. Tres cuartos de lo mismo se puede decir de naves como las Pioneer o Voyager, con mensajes a bordo de las mismas, que tardarán miles de años en estar lo bastante lejos para poder ser interceptadas por la civilización vecina, caso de existir. Es decir, no hay que tener miedo de estos mensajes. Sobre todo, porque como digo, son una anécdota. La verdadera llamada de atención la llevamos haciendo sistemáticamente día a día desde hace un siglo, a través de nuestras emisiones de radio, televisión, radar… En algunas longitudes de onda de radio la Tierra es el objeto más brillante en 100 años luz a la redonda. Si realmente se quiere evitar ser detectado habría que dejar de emitir cualquier tipo de señal, y además las que ya se han mandado durante este siglo y van alejándose de nosotros a la velocidad de la luz, esas no hay forma de detenerlas ya.
—Algunas propuestas de lenguaje cósmico se basan en supuestos conocimientos comunes necesariamente “compartidos” por cualquier tipo de vida inteligente. Pero, ¿estamos seguros de saber qué es vida inteligente?
—Realmente, no. Ni siquiera estamos seguros de saber qué es vida, que es un concepto que cuesta mucho de definir. En cuanto a vida inteligente, tenemos muy buenas razones para pensar que la inteligencia de los delfines y otros cetáceos es de tan buena calidad como la nuestra, y nos está costando horrores comunicarnos con ellos, más allá de lograr que aprendan algunas órdenes básicas. ¿Cómo podemos preguntarles sobre su filosofía o sus matemáticas, o enseñarles las nuestras? Es una respuesta imposible de contestar hoy por hoy. Basamos nuestras esperanzas en intentar contactar con una inteligencia tecnológicamente avanzada, esas dos palabras finales son la clave de todo, pues asumimos que si tienen una tecnología avanzada, capaz de generar y detectar, por ejemplo, señales de radio, deberán tener algún tipo de matemática y lógica que podrían servirnos como elementos comunes compartidos a partir de los cuales intentar construir un código de comunicación. Pero, de momento, esto sigue residiendo en el mundo de las hipótesis.
“Mensajes como el de Arecibo son anecdóticos y con muy pocas posibilidades de ser detectados”
—Antes aún, nuestras emisiones de radio y televisión llevan ya un siglo saliendo al espacio exterior a 300.000 kilómetros por segundo. Si hubiera alguna civilización tecnológica en la cercanía galáctica, ¿no nos habrían respondido ya? ¿O quizá son más prudentes?
—Es difícil saber qué piensan ellos. Tal vez no tengan claro que esas emisiones que reciben de nosotros tienen un origen tecnológico y sus científicos estén generando (y publicando) cientos de artículos explicando el extraño comportamiento de la magnetosfera del tercer planeta del Sistema Solar con el viento solar para justificar esas emisiones de radio. O tal vez sí lo saben pero no tienen ningún interés en hacerse de notar; tal vez les baste con anotar en sus libros “en el tercer planeta del Sistema Solar hay inteligencia tecnológica”. Pero si su psicología se parece a la nuestra, posiblemente sí que habrían hecho ya algún intento por hacerse de notar, y la ausencia de señal nos esté indicando que no hay nadie en 50 años luz a la redonda (lo cual, por cierto, es una distancia extremadamente diminuta comparada con el tamaño de nuestra Galaxia). De momento, es un debate abierto.
—La reciente detección de gas fosfano, o fosfina, en Venus nos recuerda los “habitantes” que Carl Sagan imaginó hace 50 años para aquel lugar: piel correosa, pequeñas alas, cortas y rígidas y “un aleteo excepcionalmente enérgico y activo… “ ¿Hasta qué punto podemos adelantar una imagen verosímil de lo que encontraremos por ahí (o nos encontrará a nosotros)?
—Hoy por hoy, no sabemos qué está pasando. Lo más probable es que estemos detectando una química exótica a la que no estamos acostumbrados. Sabemos mucho sobre la química en base agua, a una presión de una atmósfera y a las temperaturas que son habituales en la Tierra, por motivos obvios y también por motivos prácticos, ya que es la química que nos interesa conocer y hacer. Pero qué tipo de química se puede dar a presiones de 90 atmósferas, temperaturas de más de 400 grados y con ácido sulfúrico como solvente… sabemos más bien poco. Tampoco sabemos cómo reaccionan en las capas altas atmosféricas los gases de Venus con la radiación solar, sencillamente nos faltan modelos. Con todo, si realmente no es una química exótica y es una bioseñal, estaríamos hablando de algún equivalente venusiano a bacterias; seres de alas correosas como las propuestas por Sagan son poco realistas, aunque muy sugerente. Como digo, lo más probable es que estemos viendo los efectos de una química alienígena que no conocemos bien. Aunque ¿quién sabe?
—Oumuamua, el primer cuerpo ambulante interestelar detectado en nuestro sistema, hizo pensar en una nave alienígena. ¿Eso está ya del todo descartado?
—Oumuamua es bastante raro, eso es cierto. Su forma aplanada o en cigarro (cuál de estas dos hipótesis es la correcta ya no hay forma de determinarlo) no es habitual en los cuerpos menores del Sistema Solar, aunque tampoco infrecuente (por ejemplo el transneptuniano hasta hace poco llamado Ultima Thule y ahora rebautizado como Arrokoth, tiene un lóbulo bastante plano). Lo extraño es que se ha detectado una aceleración de este objeto al alejarse del Sol (cuando se lo detectó ya se estaba alejando del Sistema Solar), algo que podría justificarse por un escape de gases sublimados, como ocurre con los cometas, sólo que tal escape no ha sido detectado. Hoy día ya está muy lejos y sería inviable, por la velocidad del objeto, enviar una sonda para interceptarlo y tomar imágenes cercanas, con lo que predigo que Oumuamua permanecerá en el limbo del misterio.
“Oumuamua se ha acelerado al alejarse del Sol y aún no sabemos por qué”
—Hay personas convencidas de que los extraterrestres han estado o están ya aquí. ¿Habría razones para creerlo?
—Habría razones, y no se puede descartar. Lo cual no quiere decir que haya ocurrido, porque no tenemos absolutamente ninguna prueba o indicio que apunte a que algo así ha sucedido. Pero hay razones, y posiblemente la más poderosa sea la paradoja de Fermi, postulada por Enrico Fermi en 1950. Esta paradoja asume que si el viaje interestelar no es imposible, y una civilización avanzada puede enviar varias misiones a colonizar otras estrellas, aunque el viaje pueda durar cientos de años y la fase de colonización dure miles, estas nuevas colonias podrán a su vez enviar nuevas expediciones a otras estrellas para crear nuevas colonias. Si el número de nuevas colonias que cada colonia crea es mayor que uno (en teoría epidemiológica diríamos que el número reproductivo R es mayor que 1) tendremos un crecimiento exponencial que en “poco tiempo” podría colonizar toda la galaxia, como hemos visto en el caso del Coronavirus. “Poco tiempo” en este caso sería unos 10 millones de años. Pero la Galaxia tiene mil veces más antigüedad que eso, por tanto ha dado tiempo a que haya sido completamente colonizada varias veces. No vemos trazas de ello, y de ahí la paradoja. A no ser que no sea una paradoja, y en épocas prebiológicas, o durante el Pérmico, o el Cretácico (por decir algo) hayamos tenido algún visitante. Pero, de momento, ni en la Tierra ni en ningún otro mundo del Sistema Solar hemos hallado la menor prueba de esto.
—Puede que el destino de toda civilización sea la autoextinción; hablando de eso en su libro “Gramáticas extraterrestres” escribió usted, hace 12 años, que entre las causas podrían estar “pandemias debidas a la superpoblación o el agotamiento de los recursos naturales”, también por el exceso de población. Mucha gente cree que podemos reproducirnos hasta el infinito porque nos iremos a vivir a otros planetas….
—Esta es de nuevo una pregunta abierta. No sabemos cuánto dura una civilización tecnológicamente avanzada. ¿Seremos capaces mediante la tecnología de detener el desastre ecológico que el abuso de la tecnología ha producido? ¿Podremos detener el crecimiento demográfico por métodos inteligentes, y no tener que depender de hambrunas, pandemias, guerras… para ello? ¿Será la colonización interplanetaria una solución para nuestra supervivencia? No lo sabemos, de momento estamos a mitad de experimento, aunque en mi opinión la colonización de otros mundos del Sistema Solar sí que puede ser una política práctica para atenuar el golpe de un posible colapso de nuestra civilización; es la vieja historia de no poner todos los huevos en un único cesto.
«…asumimos que si tienen una tecnología avanzada capaz de generar y detectar
señales de radio, deberán tener algún tipo de matemática y lógica que podrían servirnos como elementos comunes compartidos a partir de los cuales intentar construir un código de comunicación».
—¿Podrían estar llegándonos ya señales de civilizaciones extraterrestres, sin que seamos capaces de verlas?
-También es posible. Se ha hablado de señales usando neutrinos, o axiones (hipotéticas partículas cuya existencia aún no sabemos si es real) pero ¿por qué usar estas partículas que son mucho más complicadas de generar y de detectar, pudiendo hacer exactamente lo mismo con las señales de radio (o pulsos de luz) que son tan fáciles de manejar? Yo no lo acabo de ver. Por otro lado, hay todavía señales de radio cuyo origen no tenemos del todo claro. El caso más reciente son los extraños y recientemente descubiertos FRB (fast radio bursts) que, aunque todo apunta a que son un fenómeno natural, todavía no tenemos una explicación para ellos.
“¿Podremos detener el crecimiento demográfico por métodos inteligentes?”
—Entre todos los indicios observados o registrados por nuestros instrumentos de exploración hasta el momento, ¿hay alguno que encierre auténticas posibilidades de proceder de una inteligencia extraterrestre?
—No realmente. Hay alguna señal prometedora, pero son casos tan anecdóticos que difícilmente se pueden explicar únicamente como de origen artificial. Una de las más famosas es la señal “Wow!” detectada el 15 de agosto de 1977, difícil de explicar por cualquier medio (hay una posible explicación natural de que fuera debida a la cola de un cometa, pero no explicaría su gran intensidad), y que no se ha vuelto a repetir nunca más. SHGB02+14A también fue una señal curiosa, aunque muy débil fue detectada tres veces, pero no se descarta que haya sido una casualidad estadística. O también la curiosa secuencia de imágenes detectada por el telescopio espacial Hubble, el objeto SCP 06F6, que comenzó a brillar, aumentando su brillo durante 100 días, y luego decreció durante otros 100 días hasta que desapareció. Todos están en el limbo de lo misterioso, pero ninguno es lo bastante sólido para concluir que la única explicación correcta es la de tecnología alienígena.
—Personalmente, ¿qué cree usted?: la Tierra es un caso excepcional, o al menos, extraño; o debe haber vida a raudales por todas esas estrellas y galaxias?
—Yo creo que la vida, al menos la vida unicelular, debe ser abundante en el universo. Hemos visto que hay un montón de planetas que probablemente tengan líquidos en su superficie (en nuestro propio Sistema Solar hay dos) y cuenten con fuentes de energía para hacer una química interesante. En la Tierra, la vida tardó muy poco tiempo en formarse desde que el planeta tuvo océanos estables, lo que para mí es un indicio de que la vida se forma fácilmente ante las condiciones adecuadas. La vida compleja capaz de desarrollar tecnología, eso ya es otra historia. En la Tierra, durante el 90% de la historia de la vida fuimos microbios, sólo al final se desarrolló la vida compleja pluricelular, lo que parece indicar que el paso a lo complejo debe ser infrecuente. Así que tal vez encontremos que, de los mundos que llamamos habitables (con mares de alguna sustancia estables y fuentes de energía) tal vez la mitad de ellos estén colonizados por microorganismos, pero apenas un 0.001% de los mismos cuenta con vida compleja. De estos, a su vez, sólo un pequeño porcentaje puede que acabe desarrollando una civilización tecnológica.
“Creo que la vida (unicelular al menos) debe ser abundante en el Universo”
–Usted y Daniel Roberto Altschuler han llamado la atención en su libro “Las mujeres de la Luna” (que va por su tercera edición) sobre el hecho de que, en el satélite de la Tierra, de 1594 cráteres con nombre propio, sólo 31 llevan nombres de mujer. El hecho de que una mujer (la española Begoña Vila) sea una de las principales responsables del funcionamiento del telescopio orbital James Webb, que buscará, entre otras cosas, vida extraterrestre ¿es….un pequeño paso para una mujer, o un gran paso para la Humanidad?
—Mujeres involucradas en ciencia ha habido muchas desde siempre, el problema no es su presencia sino que sus méritos se vean reconocidos. Muchas mujeres se vieron obligadas a trabajar a la sombra de hombres, y muy pocas lograron que su contribución tuviera el reconocimiento que merecía. Incluso en tiempos recientes, encontramos casos “sangrantes” como el de Jocelyn Bell, descubridora de los púlsares durante su tesis doctoral, que llevó a que Antony Hewish, su director de tesis, ganara el premio Nobel; o el del equipo descubridor del ADN, Rosalind Franklin, James Watson y Francis Crick, premiados con el Nobel sólo los dos miembros varones; o el caso de Lisa Meitner y Otto Hahn, codescubridores de la fisión nuclear (y en este caso el papel de Meitner en el descubrimiento fue más relevante) y que le valió el premio Nobel a Hahn. Las cosas siguen yendo mal para las mujeres en ciencia, no hay más que ver en las universidades el porcentaje de mujeres que son catedráticas respecto al total, sobre todo si lo comparamos con el porcentaje de mujeres en niveles inferiores. Estas cifras han mejorado si las comparamos con lo que pasaba hace 30 años, pero siguen siendo francamente desalentadoras. La ciencia sigue perdiendo cerca del 50% del potencial que podría tener.
(*) También en «Adelantos»: «Beatles para extraterrestres» (Pinchar enlace)
https://www.adelantosdigital.com/web/the-beatles-para-extraterrestres/