Existe un grupo humano que, al parecer, lleva siglos sin conocer el crimen ni ninguna clase de violencia o conflicto, ni dentro ni fuera de su comunidad. Es la tribu Senoi, en la península Malaya, ya estudiada por Kilton Stewart en 1935. Parecen saber desde siempre que los personajes de nuestros sueños extraen su fuerza de nosotros mismos. Ann Faraday se refiere a ellos de este modo en su libro “El poder de los sueños”: “(El pueblo Senoi) basa su salud psicológica en la interpretación y manipulación de los sueños. Los Senoi creen que las imágenes oníricas forman, todas, parte de la personalidad y son fuerzas psíquicas con formas exteriores y no dudan de que todos deben aprender, desde la niñez, a dominar esas fuerzas interiores. Se enseña a los niños que, si “espíritus” hostiles vienen a sus sueños, su deber es no solamente enfrentarse a ellos sino incluso atacarlos, llamando a “espíritus oníricos amigos” (posiblemente, aspectos sanos de la personalidad) en su ayuda si así lo desean, pero acumulando valor en todo caso para luchar solos mientras estos llegan. Su creencia estriba en que si la persona que sueña logra matar la imagen onírica hostil, su espíritu emergerá siempre como esclavo o aliado: los personajes de los sueños, dicen, son malos solamente en tanto en cuanto tenemos miedo y cedemos ante ellos. (…) Kilton Stewart dice que con este tipo de educación onírica, tras algún tiempo, los sueños de ansiedad de los Senoi se tornan sueños de gozo, y el efecto que esto tiene sobre el comportamiento durante la vida de vigilia parece ser muy beneficioso, puesto que son un pueblo encantador y pacífico, con una rica vida de poesía, música y danza popular”.
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