Jóvenes investigadores del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA-CSIC) aspiran a abrirse paso en el mundo de la ciencia con avances que marcarán el futuro de la agricultura y la ganadería
El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC), atrae talento de jóvenes investigadores españoles y extranjeros que pueden protagonizar los avances de las próximas décadas en busca de una agricultura y una ganadería más productivas y sostenibles.
El último en llegar ha sido Eric Carvalho, de Portugal, tiene 30 años y hace poco más de dos meses que se incorporó al grupo de investigación que dirige Íñigo Zabalgogeazcoa para realizar su tesis doctoral. “Estoy trabajando con una planta que crece en acantilados, zonas extremadamente inhóspitas, porque hay poco suelo, así que las plantas tienen que crecer en pequeñas cavidades en la roca y están expuestas a la sal y al viento”, explica en referencia a la especie Festuca rubra. Lo más interesante es que esta planta es capaz de sobrevivir en estas circunstancias gracias a ciertos hongos endófitos, es decir, que viven en su interior. Los investigadores creen que sería posible utilizar algunos de estos microorganismos en cereales para mejorar la producción.
Este joven científico está en Salamanca gracias a que el IRNASA entró en el proyecto europeo ‘Boosting Plant-Endophyte Stability, Compatability and Performance across scales’ (BestPass), que pertenece a la modalidad Innovative Training Networks (ITN) dentro de las acciones Marie Sklodowska-Curie del programa Horizonte 2020. Varios países europeos participan en esta línea de investigación y Eric Carvalho podrá realizar su tesis a lo largo de los próximos tres años a la vez que disfrutará de estancias en el extranjero. Por el momento, su impresión del centro es “muy buena”, asegura.
En eso coincide con Prosper Obolo, de Gabón, que tiene 35 años y a su lado ya es todo un veterano, puesto que está en la recta final de su tesis, en la que trabaja desde hace tres años dentro del grupo de Ana Oleaga y Ricardo Pérez. Su objetivo es conseguir una vacuna contra las garrapatas del género Ornithodoros, que transmiten la peste porcina africana, y el método que están utilizando es la vacunología reversa. Es decir, en lugar de purificar una proteína antigénica concreta a partir de extracto tisular y probar si es capaz de estimular una respuesta inmunitaria protectora, se analizan datos genómicos y transcriptómicos y se hace una selección bioinformática de los antígenos que teóricamente pueden ser buenos candidatos vacunales. Estos candidatos se obtienen en forma recombinante y se prueban en experimentos de vacunación de animales.
“Cuando en Gabón finalizas el Bachillerato con un buen expediente te pueden mandar a estudiar al extranjero, así que vine a la Universidad de Salamanca con una beca del Estado”, explica. “Después, te la pueden prorrogar para hacer un máster y el doctorado”. Su impresión es que en el IRNASA es un magnífico lugar para desarrollar una investigación. “En la universidad los profesores tienen que dividir su tiempo y dedicarse a la docencia, aquí estás trabajando continuamente y los directores siempre están a tu lado”, afirma.
El próximo año defenderá su tesis y entrará en una nueva fase de la carrera científica, en la que ya se encuentra su compañero Jesús Marín. Este cacereño de 35 años también realizó su tesis en este centro, dentro del grupo de María Jesús Sánchez Martín y Sonia Rodríguez y ahora tiene un contrato Juan de la Cierva-Incorporación, de dos años de duración.
Su tesis analizó la dinámica de pesticidas en suelos con enmiendas orgánicas para incrementar su fertilidad y utilizarlas a su vez como estrategia fisicoquímica de prevención y control de contaminación de suelos y aguas por pesticidas. Durante una estancia en Francia aprendió a desarrollar utilizar modelos matemáticos para predecir el comportamiento de los pesticidas en estas condiciones. «Ahora trato de desarrollar aquí esta nueva línea de investigación, porque no hay nadie con esta formación y esta perspectiva. Con los modelos matemáticos le damos un valor añadido a los estudios que se llevan a cabo en laboratorio, permiten extrapolar los ensayos a la realidad”, destaca. Su objetivo es aprovechar este periodo y conseguir el currículum suficiente como para tener opciones de lograr después un contrato Ramón y Cajal.
Su futuro está en la ciencia
La carrera científica hacia un contrato estable se antoja muy larga, pero la meta de Jesús Marín siempre ha sido dedicarse a la ciencia: “Desde que inicié la tesis, ese es mi objetivo final y sigo luchando por conseguirlo”, afirma. “La verdad es que no te dan muchas oportunidades desde el punto de vista de becas y ayudas, pero hay que seguir luchando si ese es tu sueño y más si encuentras un sitio en el que estás a gusto, como es mi caso aquí”.
En eso coinciden los tres: quieren trabajar en un centro de investigación como el IRNASA. Además, Prosper Obolo destaca que lo más importante serán las habilidades que habrán adquirido como científicos: “Yo estoy estudiando las garrapatas porque es lo que tocaba, pero lo importante no son los conocimientos en sí mismos, estoy aprendiendo reflejos científicos que luego puedo aplicar a cualquier ámbito. Si el IRNASA inicia otra línea de investigación o vuelvo a Gabón, donde la industria porcina no es importante, pero hay otros problemas, puedo aplicar la vacunología reversa a otras enfermedades”.
Imaginando la agricultura y la ganadería del futuro
Si consiguen sus objetivos y se dedican a la ciencia en las próximas décadas, contribuirán a mejorar el sector primario. “Lo más importante es tener una agricultura sostenible, no solo desde el punto de vista económico sino también del medio ambiente”, afirma Eric Carvalho. Su propia investigación es el mejor ejemplo. Si los hongos que estudian contribuyen a proteger a los cereales de patógenos y de condiciones climáticas adversas, no haría falta aplicar pesticidas y fertilizantes como los actuales, que pueden contaminar el entorno.
El trabajo de Jesús Marín va en la misma dirección: “Paliar los efectos de la contaminación del suelo y de las aguas”. En su opinión, la agricultura debe ser capaz de abastecer las necesidades de la población a la vez que es rentable, pero teniendo en cuenta los riesgos medioambientales y la búsqueda continua de soluciones, puesto que “no todo vale a cualquier precio”.
En el caso de la búsqueda de vacunas en el sector ganadero, el objetivo es que la producción y la calidad no disminuyan, pero Prosper Obolo hace una reflexión que también considera importante para el futuro desde su origen africano. “Estamos ayudando al ganadero, pero lo cierto es que en el mundo no hay problemas de producción, sino de reparto”. Por eso, recurre a una cita del filósofo francés François Rabelais para advertir que “ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma”. (José Pichel Andrés/DICYT)