“Los edificios sagrados egipcios, como nuestras iglesias, debían tener la orientación adecuada»

por | Feb 1, 2021 | Historia, ANTROPOLOGÍA, Historia/Sociedad, ÚLTIMAS ENTRADAS

JUAN ANTONIO BELMONTE AVILÉS  Doctor en Astrofísica. Profesor de Investigación del Instituto de Astrofísica de Canarias. Exdirector del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife; asociado al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna.
JUAN ANTONIO BELMONTE AVILÉS. Doctor en Astrofísica, Profesor de Investigación del Instituto de Astrofísica de Canarias. Exdirector del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife; asociado al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna. Investigador de exoplanetología, física estelar y astronomía cultural. Representante español en la Misión Hispano-egipcia de arqueoastronomía del antiguo Egipto entre 2004 y 2009. Investigador del proyecto “Heracleópolis Magna” como astrónomo en 2012-2013. Autor, entre otros libros, de “Reflejo del Cosmos”, “El Cielo de los Magos”, “In Search of Cosmic Order: selected essays on Egyptian Archaeoastronomy” o “Pirámides, templos y estrellas” (Foto: Juan Hattusha).

Adelantos¿Qué investiga exactamente la Arqueostronomía?
Juan Antonio Belmonte —La Arqueoastronomía es una disciplina a caballo entre las ciencias sociales y las ciencias físicas. Como tal, posee un marcado carácter multi e interdisciplinar donde la astronomía se pone al servicio de disciplinas humanistas, como la arqueología, la historia o la antropología, para tratar de discernir cómo las sociedades, tanto antiguas (en que el término «arqueoastronomía» es más apropiado) como modernas (hablaríamos de «etnoastronomía») han observado el cielo en busca de respuestas a preguntas básicas con el fin último de crear una cosmología y de orientarse adecuadamente en el tiempo y en el espacio. En este sentido totalizador, casi que preferimos hablar de «astronomía cultural».

—Usted y Giulio Magli han cuestionado lo que se creía saber sobre la construcción de las pirámides de Egipto. En esencia, ¿qué sostienen ustedes?
–Magli y yo no hemos cuestionado la construcción en sí misma, sino la simbología del conjunto. En ese sentido, hemos propuesto que tanto las dos pirámides de Snefru en Dahshur, la Roja y la Acodada, como las dos grandes pirámides de Guiza pudieran haber obedecido a un plan único en cada caso particular, plan en que la combinación de paisaje y celaje (traducción apropiada del neologismo ingles skyscape) crease unos monumentos a gran escala que fuesen auténticos símbolos de la cosmovisión egipcia. En ese sentido, las pirámides de Dahshur reflejan el poder del soberano fundador de la IV dinastía, Snefru, mientras que, en Guiza, Keops diseñaría un plan maestro que reflejaría el nombre del conjunto, Akhet Khufu, el horizonte de Keops, que posiblemente no llevaría a término y culminaría su hijo Khaefra o Kefren. Esta realidad tendría su eco en el nombre dado a la Esfinge en el Reino Nuevo: Hor-em-akhet, Horus en el Horizonte.

—¿Se han producido cambios apreciables en las posiciones de las estrellas desde el tiempo de los egipcios?
–Sí, claro, debido a la precesión de los equinoccios, las coordenadas de las estrellas han variado, lo que significa que estas salen y se ponen en lugares distintos del horizonte y se observan en fechas diferentes del año en el cielo. Por ello, también se han alterado las fechas marcadas por las estrellas como sus ortos y ocasos helíacos. El caso de Sirio (Sopdet, en antiguo egipcio) es paradigmático. Lo que sí que no ha variado, para no llevar a confusión al lector, es la posición relativa entre las estrellas. También hay que tener cuidado con el hecho de que la precesión no afecta al sistema relativo Sol-Tierra-Luna, por lo que las posiciones solares, como sus ortos u ocasos en el horizonte, no se han alterado demasiado, aunque sí es apreciable en los solsticios para periodos muy largos de tiempo, debido a la variabilidad de la oblicuidad de la eclíptica.

“Nuestro calendario actual es heredero de un calendario egipcio adaptado por los romanos, a quienes debemos la desigual e ilógica duración de los meses”

¿Qué debe a los antiguos egipcios nuestro calendario actual?
–Nuestro calendario actual es el heredero de un calendario egipcio mejorado, solar puro de 365,2425 días, tras la Reforma Gregoriana (el Egipcio antes del dominio romano era de 365, dividido en 12 meses de 30 días, más 5 días epagómenos) adaptado por Julio César al caótico calendario de Roma con la asesoría de Sosígenes de Alejandría. Esto implica que, de los romanos, hayamos heredado la desigual e ilógica duración de los meses.

Imagen del techo del corredor de la tumba de Ramses IX en el valle de los Reyes donde se reconoce una de las cartas estelares de los relojes ramésidas. © Cortesía de Margarita Sanz de Lara.
«Imagen del techo del corredor de la tumba de Ramses IX en el valle de los Reyes donde se reconoce una de las cartas estelares de los relojes ramésidas». (© Cortesía de Margarita Sanz de Lara).

¿Cómo es que los egipcios, tan sagaces, no llevaban un cómputo en años de su propia historia, sino que cada rey empezaba a reinar en el año cero?
–El principio de cada reinado era considerado como el comienzo de una nueva era. Esto fue un hecho común en muchas culturas antiguas. Incluso en Roma se fechaba por los nombres de los dos cónsules en el poder, la cuenta AUC(*) no era de uso frecuente. Si se llevaba un buen registro de los reinados o los consulados, se tenía una cronología precisa. Parece que en Egipto se llevaba ese tipo de registros que, desafortunadamente, se han perdido o han llegado muy fragmentados, como en el caso del Papiro Real de Turín.

—¿Cómo se explica que en miles de años de civilización egipcia no haya quedado una sola mención al hecho astronómico más espectacular observable a simple vista: un eclipse de sol?
–Con una esperanza de vida de unos 30 años, era muy poco probable que un egipcio promedio observase un eclipse total de sol a lo largo de su vida. Los parciales pueden pasar fácilmente desapercibidos. Los sacerdotes es muy posible que mantuviesen información al respecto en los archivos de los templos, de los cuales, desafortunadamente, no se ha preservado ninguno aunque sabemos que existían bibliotecas de libros en papiro y muchos de ellos incluían observaciones astronómicas, que se consideraban como un saber accesible sólo a unos pocos. Hay referencias indirectas a eclipses de sol en algunas fuentes pero, desde luego, nada explícito como lo que contamos en Asiria, pero como decía Sagan: la ausencia de la evidencia no es la evidencia de la ausencia. Es seguro que los observaban, pero no tenemos registros para probarlo. Hay que tener en cuenta que el papiro, salvo que se deposite en una tumba, se deteriora inexorablemente, mientras las tablillas de barro cocido babilónicas son casi eternas.

—¿Qué problema hay con el carbono-14 a la hora de aplicarlo a los restos egipcios para precisar cronologías?
–Problema, ninguno hoy en día. Una vez se han utilizado muestras de materiales perecederos como flores o restos vegetales u óseos de animales de corta vida, las discrepancias se han reducido al mínimo (en torno a un par de décadas, incluso mucho menos para las fechas más recientes). Sí que se observa una discrepancia en las muestras de madera pero aquí tenemos que pensar que en Egipto no hay árboles y la madera venía de otros lugares por lo que se desconoce cuándo y cómo al árbol fue talado así como su lugar exacto de procedencia, lo que introduce mucho ruido a la hora de lidiar con este tipo de materiales. Al no haber madera en Egipto, tampoco se dispone de una curva de calibración dendrocronológica adecuada lo que induce un nuevo factor de incertidumbre al depender de las curvas de calibración de otros lugares, como Anatolia, donde las condiciones climáticas, y por ende la abundancia relativa de C14/C12 en el aire, son tan diferentes.

Techo astronómico de la tumba de Senenmut, arquitecto de la reina Hatshepsut, en Deir el Bahari. Se reconocen los decanos: el último de la lista es Isis-Sopdet, Sirio, la estrella más brillante de los cielos egipcios. © Juan Antonio Belmonte.
«Techo astronómico de la tumba de Senenmut, arquitecto de la reina Hatshepsut, en Deir el Bahari. Se reconocen los decanos: el último de la lista es Isis-Sopdet, Sirio, la estrella más brillante de los cielos egipcios». (© Juan Antonio Belmonte).

Las caras de la gran pirámide de Kheops no son planas: una línea central las hace cóncavas. ¿Por qué?
–Eso se observa actualmente. No se sabe si, cuando el recubrimiento de piedra caliza de Tura estuviera en su sitio, el fenómeno también sería apreciable. Desde que la RAF(**) tomase una foto aérea de Guiza en los años 20 del siglo pasado, se ha discutido mucho sobre si esto habría tenido una utilidad astronómica, en particular como marcador de los equinoccios al amanecer y a la puesta de sol. Sinceramente, creo que se ha exagerado esa posibilidad. He estado en la Meseta de Guiza en ambas circunstancias y el fenómeno es inapreciable a simple vista desde el suelo.

“Nada de lo que hacían las antiguas civilizaciones necesita explicaciones extraterrestres»

–¿Cuál era el interés de los antiguos egipcios en orientar sus templos, pirámides, etc, con respecto a los astros?
–Los edificios sagrados tienen que estar adecuadamente localizados en el tiempo y en el espacio. Ello implica que su orientación haya de ser también la adecuada. Esto ha sido así para prácticamente todas las culturas del planeta, incluida la nuestra, pues las iglesias siguen un patrón bien reconocible. Los egipcios no eran una excepción en esto. Para ellos, los santuarios de sus dioses debían estar orientados de acuerdo al Nilo, el eje del país, y también de acuerdo a las luminarias con que sus divinidades se identificaban o en que se manifestaban. Siendo Ra, la deidad solar, el dios supremo de Egipto, no es extraño que numerosas estructuras se orientasen de acuerdo a los movimientos del astro rey. La necesidad podía ser doble, simbólica, la más frecuente, y, a veces, calendárica.

—¿Tenían los egipcios, los mayas, u otra civilización antigua conocimientos astronómicos inexplicables para los medios de que disponían?
–No. Eran muy buenos observadores y tenían todo el tiempo del mundo para otear el cosmos que les rodeaba. Como una vez escuché a un viejillo de Chipude, un pueblo perdido en las cumbres de La Gomera: “nosotros antes aquí no teníamos televisión ni reloxes (sic), entonces nos guiábamos por los astros del cielo”. Si un cabrero puede hacerlo, ¿cómo no lo va a hacer una civilización sofisticada como la maya o la egipcia?

—La civilización hitita y la de Kush, contemporáneas de la egipcia ¿aventajaban a ésta en algún sentido, científicamente hablando?
–No, en absoluto. La civilización de Kush era un pálido reflejo de la civilización egipcia con prácticamente los mismos parámetros culturales, al menos en origen, y eso parecen demostrar los estudios arqueoastronómicos realizados. Los hititas formaban un universo diferente pero donde la influencia egipcia es fácil de rastrear. Fueron unos formidables herreros y guerreros conductores de carros, pero no hay nada en los cielos del País de Khatti que los haga destacar especialmente.

 

Diagrama mostrando la evolución de la imagen producida por la luz solar, que penetra por el óculo de la Cueva nº 6 de Risco Caído, en la pared grabada con múltiples triángulos púbicos a lo largo de la primavera (o su reverso en verano). El efecto es muy hermoso y varía desde dos puntos de luz en fechas muy próximas a los equinoccios a una forma cuasi fálica o de escudo en el solsticio de verano. Las implicaciones simbólicas, y posiblemente prácticas, de esta fenomenología son indudables. © Cortesía de Julio Cuenca and José Carlos Gil.
«Diagrama mostrando la evolución de la imagen producida por la luz solar, que penetra por el óculo de la Cueva nº 6 de Risco Caído, en la pared grabada con múltiples triángulos púbicos a lo largo de la primavera (o su reverso en verano). El efecto es muy hermoso y varía desde dos puntos de luz en fechas muy próximas a los equinoccios a una forma cuasi fálica o de escudo en el solsticio de verano. Las implicaciones simbólicas, y posiblemente prácticas, de esta fenomenología son indudables». (© Cortesía de Julio Cuenca and José Carlos Gil).

-La cueva de Risco Caído, en Gran Canaria, ha sido declarada por la UNESCO Patrimonio Mundial como observatorio astronómico aborigen, una declaración que no parece haber suscitado un gran consenso científico. ¿Qué opina usted?
–Lo que se ha declarado Patrimonio Mundial es el Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, del que la Cueva nº 6 de Risco Caído es sólo un componente más, aunque singular. Hay un consenso generalizado sobre la importancia de la observación del cielo por parte de los antiguos canarios y la relación existente entre paisaje y celaje de los que el ámbito declarado patrimonio mundial es un paradigma. Risco Caído es un fiel reflejo de esa sustantividad. No hay discrepancias, sólo ciertos elementos discordantes, bastante irrelevantes, incapaces de asumir esa realidad.

«Antes de que nuestro equipo trabajase en Petra, el enfoque astronómico ni se contemplaba»

 —¿Cuál es la civilización pasada más interesante o enigmática, desde el punto de vista de la Arqueostronomía?
–Interesantes, son todas. Todas tienen elementos astronómicos que las hacen más atractivas y sin cuya comprensión es difícil aprehender su cultura. Los mayas, los incas, los antiguos egipcios, la antigua Mesopotamia, la China o la Roma imperiales, entre muchas otras, son ejemplos destacados de ello. Dicho esto, mi favorita, quizás porque antes de que nuestro equipo trabajase allí, la astronomía ni se contemplaba, es la ciudad rosada de Petra y el mundo nabateo que la vio nacer, crecer y madurar hasta convertirse en la joya arquitectónica y paisajística que conocemos en la actualidad.

—¿Qué sabemos sobre ellas que no sabríamos sin la Arqueoastronomía?
–Ahora sabemos que el paisaje excepcional que rodea Petra y otros lugares nabateos no se pueden entender sin el celaje. La observación del cielo determinaba los grandes festivales de las divinidades nabateas, como Dushara o Al Uzza, y los peregrinajes sagrados a sus lugares de culto, como el Jebel Harun o El Monasterio. Incluso la localización o la forma de labrar en la roca algunos monumentos o de reelaborar el paisaje que los rodeaba viene dictado por esa necesidad. Petra y su paisaje apocalíptico no se entienden sin el cielo.

Ocaso solar en el solsticio de invierno en El Monasterio en Petra. El edificio excavado en la roca y el entorno fueron esculpidos para producir una magnífica hierofanía en esas fecha, casi con certeza relacionada con el culto de Al Uzza, la diosa suprema del panteón nabateo. © César González-García y Juan Antonio Belmonte.
«Ocaso solar en el solsticio de invierno en El Monasterio en Petra. El edificio excavado en la roca y el entorno fueron esculpidos para producir una magnífica hierofanía en esas fecha, casi con certeza relacionada con el culto de Al Uzza, la diosa suprema del panteón nabateo». (© César González-García y Juan Antonio Belmonte).

¿Algo de lo que hicieron aquellas civilizaciones necesita ser explicado por asistencia extraterrestre?
–Un rotundo NO. Sin más detalles, pues no son necesarios. Es una obviedad.

—De aquellos tiempos, de aquellas culturas, ¿perviven entre nosotros, ritos, cultos, actividades, que, obviamente, habrán cambiado de nombre?
–Sí, evidentemente. ¿Qué es la navidad, sino al celebración del renacimiento del Sol Invicto en el solsticio de invierno, y, en consecuencia, la cristianización de todas las festividades asociadas al ciclo solar? ¿Qué es la Pascua, sino al celebración de la llegada del nuevo año con la llegada de la primavera y el renacimiento de la vegetación, celebrada desde hace milenios con la primera luna llena que sigue el equinoccio de la primavera (o, a todos los efectos, de la conjunción de las Pléyades con el creciente lunar)? ¿Qué supone escuchar a un viejillo de Teno Alto, en Tenerife, decir “con la puesta del Siete sembramos y con su salida recogemos”, sino una remembranza de las crónicas de Hesiodo, el poeta del Siglo VIII a.C., en el Proemio del Labrador de sus «Trabajos y los Días», con sólo reconocer en el Siete el nombre que el campesinado tinerfeño da a las Pléyades?¿Por qué los ábsides de nuestras iglesias se orientan al sol naciente…? La lista es extensa.

Diagrama de las Pirámides de Guiza donde se muestran las principales relaciones con el paisaje y el celaje. Entre las primeras destacan aquellas con Heliópolis y Letópolis; entre las segundas la salida del sol en los equinoccios, su puesta en el solsticio de verano y la alineación al norte al tránsito de Meskhetyu, nuestro asterismo de El Carro. © Juan Antonio Belmonte.
IMAGEN CARÁTULA: «Diagrama de las Pirámides de Guiza donde se muestran las principales relaciones con el paisaje y el celaje. Entre las primeras destacan aquellas con Heliópolis y Letópolis; entre las segundas la salida del sol en los equinoccios, su puesta en el solsticio de verano y la alineación al norte al tránsito de Meskhetyu, nuestro asterismo de El Carro». (© Juan Antonio Belmonte).

(*) AUC =ab urbe condita, «desde la fundación de la ciudad» (Roma) en el 753 a.d.C.
(**) RAF =Royal Air Force, fuerza aérea británica.

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